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Crónica de la 42 edición de Getxo Jazz

Este año de nuevo, he tenido la ocasión de asistir al 42 Getxo Jazz. El cartel estaba lleno de grandes conocidos del panorama jazzístico así que tenía curiosidad por ver qué ofrecerían cada una de las formaciones.

El miércoles arrancó el festival y en la carpa de la Plaza Biotz Alai estrenaría el escenario Pepe Zaragoza Quintet.

Presentaron su primer album ‘La plaça dels somnis’.

Desde el comienzo quedó claro que el peso de la formación lo llevan el propio Pepe Zaragoza y el saxofonista Joan Saldaña. Antoni Saigi al piano, Javier Pérez al contrabajo y Roger Gutiérrez a la batería estaban presentes pero en un segundo plano. El piano no destacó apenas y se limitó practicamente todo el concierto a acompañar con golpes de acordes, tomando un papel similar al contrabajo y batería de base rítmica.

Por su parte la mayoría de los solos correspondieron a Pepe y Joan, siendo este último el ganador del premio al mejor solista. En realidad sus solos eran mucho más profundos que los de Pepe a pesar de ser Pepe el líder de la banda.

En mi opinión, al llamar a la formación Pepe Zaragoza Quintet uno se espera que Pepe sea el que más brille, en este caso no fue así, el protagonismo y la mayoría de aplausos se los llevo el saxofonista.

La formación no me pareció muy madura tocando juntos, me faltó mayor complicidad y unidad y sobre todo algo más de variedad. Me aburrí un poco de oir siempre la trompeta y el saxo como protagonistas en lugar de un grupo entero.

Después entrarían en escena Charenée Wade y 3 grandes músicos. Óscar Pérez al piano, Paul Beaudry al contrabajo y Darrell Green a la batería.

En cuanto empezaron a tocar, todo cambió. De repente el sonido se convirtió en algo mucho más redondo, cálido y los matices musicales se hicieron evidentes sin tener que estar buscándolos.

No pude evitar hacer una comparación con el grupo anterior en el criterio de poner en el cartel a Charenée Wade sin el nombre del resto de músicos. Y es que para mí debió poner Óscar Pérez Band y Charenée Wade de artista invitada.

Madre mía! ese piano si que sonaba bien. Diría que el pianista podría haber hecho el concierto solo aunque sin menospreciar a Charenée y el resto de músicos que estuvieron estupendos pero una vez más la evidencia se hacía notar en forma de aplausos dirigidos al pianista.

Paul y Darrell por su parte también estuvieron magistrales, cada uno en su papel. Se nota que tienen tablas y su sonido y forma de tocar era sencillamente perfectos.

Charenée se ganaba al público con su simpatía y los típicos recursos de hacer cantar al público repitiendo algunas frases melódicas. Su uso del scat para mí fue excesivo. Supongo que me acaban saturando tanto los solos de voz como los de cualquier instrumento cuando están presentes una y otra vez en todas las canciones. Y es que entre tanta cantidad de solos que ofrecería el festival uno tiene que quedarse con los que atraviesen la coraza y no con los que sencillamente hacen sonar notas que cuadran. Entiendanme bien, Charenée estuvo bien pero cuando uno ha escuchado a Ella Fitzgerald el resto parecen simples mortales.

Jueves, segundo día del festival.

En esta ocasión el grupo participante en el concurso fue Anders Fjeldsted Sextet.

Este grupo ofreció algo que aún no había escuchado ese año en el Getxo jazz, se llama swing. Por fin ese plato de la batería sonaba al ritmo que tanto me gusta.

Los músicos son  el propio Anders, contrabajista y líder de la banda, Oilly Wallace al saxo alto, Rolf Sorensen a la trompeta, Soren Host al saxo tenor, Artur Tuznik al piano y Henrik Holst a la batería.

Para mi el elemento diferenciador con el resto de grupos de concurso (esto lo escribo después de oir a todos) es su empaste y sus arreglos en conjunto pareciéndo a veces mini big band tipo Glenn Miller. Me refiero a que esos vientos tocaban arreglos bien escritos con bonitas armonías y ritmos, y eso se agradece. Es como que se oye algo en lo que se han puesto de acuerdo. Luego ya habría tiempo para solos, pero empezar y terminar con un arreglo establecido da una estructura más entendible al respetable y en mi opinión ayuda a crear los cimientos de una canción.

Individualmente todos eran buenos solistas, me gustó que los solos no parecían gimnasia musical para impresionar, solo hacían música a su manera.

Hubo momentos de saturación por ejemplo cuando los 3 vientos comienzan a solear a la vez sin el apoyo de más instrumentos. Eso mantenido en el tiempo es sencillamente imposible de procesar e incluso molesto, pero en esto de la innovación hay que probar con todo, a veces funciona y otras no.

Cuando acabó el concierto pensé en que, de momento, este era mi grupo favorito para ganar el concurso. Aún quedaban más pero mi experiencia asistiendo a conciertos donde hay concursos me dice que a veces prima más el ansia por demostrar todos los conocimientos y técnicas que en hacer música que transmita. Finalmente cuando llegó el quinto día me sorprendí al haber coincidido con el jurado, el año pasado mi opinión fue radicalmente distinta…

Después del descanso vendrían Kenny Garret Quintet a demoler el escenario. Porque fue como si entrara una apisonadora con un primer tema que duró no se cuantos minutos con miles de notas y unos ritmos salvajes y contundentes.

Kenny vino acompañado de unos músicos extraordinarios, Vernell Brown al piano, Corcoran Holt al contrabajo, Marcus Baylor a la batería y Rudy Bird a la percusión. Todos aportaron una cantidad de energía comparable a una central nuclear pero sin duda la fuerza y contundencia de la batería de Marcus Baylor fue destacable. Tanto es así que se comía al piano cuando Vernell hacía solos, una lástima. No se si error por parte de los técnicos de sonido o error por no tocar más bajo cuando el piano hacia los solos.

Los ritmos fueron variados, funky, acid, grunge y yo que se, todos con las pilas duracell cargadas a tope, ritmos bailables que podrían sonar en una discoteca que pinchara música de calidad.

En algún momento de calma se escuchó algo de bossa y una adaptación o un guiño (no se la intención) del tema Body and Soul, no se si la gente se dió cuenta, espero que si.

Siguiendo con el repertorio de ritmos y sonidos, hubo momentos más etéreos que te transportaban al desierto, al fondo del mar, sonidos casi de efectos especiales dificiles de definir.

Garret fiel a su estilo, tocó siempre con su vaivén característico (parece que hace un homenaje al ‘Paquito el chocolatero’) y muchas veces mirando a su batería en lugar de al público, parecía como si conversara con él mientras tocaba, de hecho estoy seguro que eso era lo que sucedía exactamente.

Después de todo aquel espectaculo, Garret saco su faceta más amigable y empezó un tema que duraría unos 20 minutos que sirvió para finalizar esa noche. Una sencilla frase musical (en contraposición con los millones de solos variopintos que hizo durante todo el concierto) que se repetía hasta la saciedad, de esa manera la iba grabando en la mente de cada asistente al concierto. Utilizó esa frase para hacer cantar a todo el público durante todo ese tiempo repitiéndola una y otra vez. Animó a la gente a bailar, llevar el ritmo con las palmas e incluso hacia intentos de rapeo.

Cada vez que parecía que iba a acabar el tema comenzaban de nuevo. Eso sucedio unas N veces hasta que finalmente fueron desapareciendo los músicos uno a uno hasta quedar solo el batería. Finalmente paró de golpe y no hizo falta ningún bis. Tenían este recurso preparado para finalizar y les salió bordado. Los aplausos fueron duraderos y eufóricos y el público se dió por satisfecho. Yo sigo con la frase taladrada en mi cerebro…

Viernes, ecuador del festival.

En primer lugar tocaban Bilderband, por fin una formación con un nombre que no es el del líder.

Los músicos eran Daniel Buch al saxo, Johannes Mann a la guitarra, Antoine Spranger al piano, Lukas Hatzis al contrabajo y Tobias Frohnhofer a la batería.

En este caso me pareció un concierto bipolar, con partes de música entendible, con gusto, suave, casi con toques de música clásica alternado con sonidos extraños e hipermodernos. De esos que (pienso) intentan innovar e investigar y/o demostrar que se saben hacer cosas distintas.

Personalmente me quedo con la parte entendible y suave. Me parece que siempre pasa lo mismo, mucha innovación y poco tiempo a los sonidos clásicos.

Siempre dudo si es mi desconocimiento el que me hace saturarme cuando se oyen tantas notas por segundo sin que me produzcan el más mínimo sentimiento… en este caso me gusta observar al público. Un indicador es si la gente sale a la calle entre canciones y desgraciadamente esto sucede bastante en muchos conciertos de jazz, y más en los grupos de concurso (lo mismo sucedió el año pasado en este mismo festival).

Era evidente que los músicos tienen calidad, eso noté en las partes que entendía pero el conjunto me pareció una vez más una demostración de recursos y gimnasia musical. Mi voto para el ganador seguía siendo para Anders Fjeldsted Sextet.

Después del descanso le tocaba el turno a Billy Hart Quartet con Joshua Redman al saxo.
En el resto de instrumentos estaban Ethan Iverson al piano, Ben Street al contrabajo y Billy a la batería.

Bueno, esto era otro cantar. La gente que había en el escenario no tenía que demostrar nada, o mejor dicho, tenían que demostrar que tienen tablas y que tienen su forma de entender la música.

Fueron, en mi opinión, los músicos con más gusto y sutileza al tocar hasta donde iba el festival. Los matices cobraban importancia. Eso se notó en la gran cantidad de temas lentos y misterioros con pocas notas, donde era más importante la expresión y el sentir que el acribillamiento de notas.

Billy iba presentando los temas con su voz quebrada y frases cortas, de pie parece un hombre mayor y frágil, pero todo cambia cuando se sienta a la batería. Ahí marca su terreno con su forma de tocar tan personal que le hace único.

Redman por su parte demuestra su calidad haciendo que el saxo suene en todos los registros posibles y es muy fino con los sonidos, la técnica y sobre todo el gusto. Como curiosidad un momento que tuvo de respiración continua donde el saxo no paraba de sonar a la vez que cogía aire. Una demostración más del dominio de todas las técnicas.

Por otro lado el jazz de esta formación entra dentro de ese tipo de jazz que no todos entendemos, particularmente en los momentos donde uno no es capaz de descubrir el ritmo, donde ve que ningún músico mueve su pie marcándolo porque sencillamente no lo hay, o al menos no se nota. Estos momentos son difíciles para un número de personas del público que una vez más aprovechan para irse entre las canciones.

Otra curiosidad es que Redman tiene un atril con partituras!, es el único músico de grupos que no participan en concurso al que he visto partituras. Se le puede perdonar por su forma de tocar tan elegante.

Este fue el día más raro de todos, un concierto donde me gustó como tocaba cada unos de los músicos pero con un alto porcentaje de lenguaje que no entendí.

Sábado, penultima jornada.

Sin duda el sábado iba a ser el día más multitudinario, por el hecho de ser sábado y por estar en el cartel Chano Domínguez.

Pero primero le tocaría el turno al último grupo de concurso. Se trata de Alexey León Quartet (nombre original para una formación…).

Los componentes son Rubén Carles al contrabajo, Juan Sebastián Vásquez al piano, Rodrigo Ballesteros a la batería y el propio Alexey a los saxos y flauta.

Grata sorpresa cuando comienzan con un buen blues con mucho swing (¡por fin algo de tradición!) que mezclan con ritmos latinos con los típicos tumbaos al piano. Alexey es de procedencia cubana y rusa y esa mezcla se hace evidente en la música, si bien se hace más evidente en la parte caribeña.

La música se nota con una estructura más tradicional pero sin renunciar a la elaboración y a la calidad. Me dan sensación de grupo convencido de lo que hacen y que disfrutan tocando sin necesidad de demostrar nada a un jurado.

Alexey también se anima cantando y eso también despierta un nuevo interés. Se agradece que alguna nota salga del instrumento más viejo que hay.

Continuan con ritmos y solos más bebop de la era Parker pero con su propio estilo.

En resumen, mi segundo grupo favorito para ganar el concurso por atreverse a tocar un pelín más apoyándose en los clásicos y mostrandose como un grupo y no como un conjunto de virtuosos. En este caso el jurado y yo discrepamos…

Después del descanso vendría lo que para mí sería el gran plato fuerte del festival, Chano Domínguez.

Acompañando al pianista estarían Javier Colina al contrabajo, Guillermos McGill a la batería, Blas Córdoba al cante y las palmas, Ismael Suárez ‘el Piraña’ al cajón y palmas y Daniel Navarro al baile y palmas en sustitución de Tomasito.

Chano al piano tiene su sello distintivo y lejos de empezar con armonías apabullantes e imposibles acaricia el piano y le saca toda la expresividad que tiene. Empieza el solo al piano y no se oye ni un ruido más en el recinto.

Muchas veces se escuchan acordes clásicos, sin tensiones, !a veces un acorde puede ser de tres notas¡. Me recuerda inevitablemente a maestros pianistas españoles como Albéniz o Granados.

Enseguida comienza el flamenco jazz. Aquí no se oyen escalas ni artificios de entretenimiento. Chano saca el alma y el sentimiento que lleva dentro y eso se nota.

Los músicos hacen una labor extraordinaria y están a la altura, el contrabajo suena de otra manera, con más personalidad y la batería entra en complicidad con ese cajón flamenco y los palmeros para darle un toque característico y a la vez pura fusión del flamenco y el jazz.

Particularmente me gusta el blues en muchas de sus formas y para mí fue divertido escuchar un blues aflamencado, en una combinación magistral de los 2 estilos.

Las apariciones de Daniel Navarro bailando fueron muy aplaudidas y la complicidad entre todos los músicos estuvo presente en todo momento.

Por un momento se oyo algo de swing, como si hubieran viajado a Nueva York, aunque ese viaje fue corto porque el avión regresón rápido a Cádiz. El flamenco pesó más que el jazz puramente americano.

Sin duda el mejor concierto del festival con diferencia, aunque para gustos están los colores.

Domingo, llega el final.

Último día, y para clausurar el festival nada más y nada menos que Michel Camilo y Tomatito.

Antes de la guinda del pastel repitieron en el escenario Anders Fjeldsted Sextet como ganadores de concurso.

Yo esperaba, como creo que la mayoría, a Michel Camilo y Tomatito. Tenía una gran curiosidad por escuchar ese dúo tan particular.

Cuando aparecieron en escena Camilo fue el encargado de presentar cada uno de los temas y contar alguna que otra curiosidad. Se mostró muy cercano con el público. Punto para él.

El concierto empezó con lo que me recordó a un estudio, con 4 acordes y una frase que se repetía en la guitarra.
En este primer tema me quedé un poco desorientado, tenía que escuchar más para ver como se iba a orientar el concierto.

Me esperaba un concierto lleno de espectacularidad pianística por parte de Camilo, la hubo, no se puede decir que no, pero el ambiente fue mucho más sosegado de lo que me esperaba. Eso que me esperaba eran ritmos latinos por doquier, pero no fue así aunque alguno se escucho en una versión de un tema de Corea.

La combinación de la guitarra y el piano se hace complicada. Ellos lo solventaban turnandose en los acompañamientos y en las melodías y solos. Aun así a veces me sonaba un poco sobresaturado el acompañamiento a la guitarra con el acompañamiento al piano. No se apreciaban bien cada una de las notas de cada instrumento.

Me sorprendió la elección de temas donde, si mal no recuerdo tocaron exclusivamente versiones de grandes temas conocidos, de Piazzola, Pat Metheny, Chick Corea (Spain), Ennio Morricone (Cinema Paradiso) e incluso de Erik Satie (Gymnopédie).

Esto por una parte está bien porque llega al público de manera fácil con temas archiconocidos pero resta riesgo en su puesta en escena, pues estos temas ya han demostrado funcionar muy bien en manos de los autores originales.

Como dato curioso me acompañaba en el concierto una compañera de clase de Jazz llamada Ane. Estuvimos comentando la cantidad de veces que escuchamos el círculo de quintas en muchas de las canciones que interpretaron. Este dato indica que las armonías no eran especialmente innovadoras pero si efectivas de cara al público.

Con Tomatito a la guitarra también hubo armonías típica flamencas, faltaría más.

En mi opinión, la elección de los temas es una opción fácil y no se mojan mucho en presentar nuevos temas. Son 2 buenos interpretes tocando temas conocidos. Me gustó pero sin duda esperaba más. Mira que no tocar Caribe!


Lugar: plaza Biotz (Getxo)
Fecha del Evento: Del 4 al 8 de julio de 2018
Texto: Gonzalo Cid

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