El Teatro Arriaga de Bilbao se convirtió del 8 al 12 de octubre en un auténtico templo del desenfreno con la llegada de The Rocky Horror Show, el musical más gamberro y liberador que ha pisado la ciudad en mucho tiempo. Tuve la suerte de acudir el sábado 11 al pase de las 20:30 (el segundo turno del día) ya que ese día hicieron dos turnos. Desde que entre en el hall ya se respiraba purpurina, cuero, risas nerviosas, gente disfrazada, tacones imposibles y ese aire de “hoy todo vale”.
La historia ya es leyenda: Brad y Janet, la pareja más ingenua del universo, sufren una avería en plena tormenta y terminan entrando en la mansión del extravagante Dr. Frank’n’Furter, un científico travesti venido de otro planeta que está a punto de presentar su nueva creación: Rocky. Lo que sigue es una montaña rusa de canciones, erotismo, humor negro, ciencia ficción y libertinaje glam que te deja sin aliento. Pero The Rocky Horror Show no se conforma con contar una historia; te empuja de cabeza a una celebración de la diferencia, la identidad y la libertad personal. Es una gran sacudida al “qué dirán”, un “sé quien quieras ser” con purpurina y guitarra eléctrica.
El montaje que aterrizó en Bilbao es el original del West End, y se nota en cada detalle: el vestuario brillante, la escenografía de cómic de serie B, los juegos de luces que parecían latir al ritmo del rock y, por supuesto, la banda en directo, que dio una potencia brutal a los clásicos “Time Warp” o “Sweet Transvestite”. En cuanto empezó “Time Warp”, el teatro entero se vino abajo. La gente no solo aplaudía, bailaba. Algunos hasta se levantaron de sus butacas para seguir la coreografía.

El público fue un espectáculo aparte: corsés, pelucas, maquillaje oscuro, medias de red, incluso algún que otro Frank’n’Furter improvisado que rivalizaba con el de escena. La energía era tan contagiosa que uno no sabía si mirar al escenario o a los pasillos. Rocky Horror convierte a los espectadores en parte del show, y eso es justo lo que pasó: nadie se escondió, todos participamos. Era imposible no sonreír.
Hubo un parón de unos veinte minutos entre actos que sirvió para que la gente respirara y cargara energías para la parte final. La segunda parte arrancó todavía con más intensidad. Frank’n’Furter dominaba el escenario con un carisma arrollador, entre el deseo y la locura, mientras la historia se volvía más surrealista y delirante. El final, con el público en pie y las luces inundando la sala, fue una descarga emocional total.
Lo que más me gustó fue que detrás del humor y el exceso hay un mensaje poderoso: que nadie debe avergonzarse de ser quien es. Que el placer, la identidad y la diferencia son cosas que se celebran, no se esconden. Que el rock y el teatro pueden ser herramientas de libertad. Y que, como canta el musical, «don’t dream it, be it «.

Salir del Teatro Arriaga esa noche fue como salir de una fiesta a la que ojalá te hubieran invitado antes. Eso fue The Rocky Horror Show en Bilbao, un chute de vida, de diversión sin filtros y de autenticidad a todo volumen.
Lugar: Teatro Arriaga (Bilbao)
Fecha del Evento: 11 de octubre de 2025
Texto: nkn
Fotografías: E. Moreno Esquibel / Teatro Arriaga